TULA

COMPARTIR ES DE ESTRELLAS

Esta no es solo la historia de Borja Susilla....

No, esta no es solo la historia de un joven autodidacta alcarreño fascinado desde muy pequeño por la cocina de su abuela Tula.

Un joven que siempre supo que lo que quería era pasar su vida detrás de unos fogones, regalando experiencias gastronómicas inolvidables a sus clientes. Experiencias honestas. Sin pretensiones. Experiencias que les hiciesen sentir como en casa.

Esta no es solo la historia de un explorador de la cocina aprendiendo de grandes maestros como Quique Dacosta en Dénia y Pedro y Marcos Morán en Gijón. Un cocinero premiado a sus 30 años con una estrella Michelín por haber creado un tesoro gastronómico en un rincón mágico del Mediterráneo. Por haber creado TULA.

Un restaurante que dicen pertenecer a la nueva generación de  “estrellados sin menú degustación ni mantel blanco”. Su proyecto de vida junto a su pareja Clara. No, esta no es solo la historia de Borja.

Esta tampoco es solo la historia de Clara...

No, aunque la de Clara sea la primera sonrisa con la que te encuentras al entrar en Tula, esta no es solo su historia.

Esta tampoco es solo la historia de una joven cocinera de formación y vocación que decidió cruzar el Atlántico en cuanto terminó sus estudios en Le Cordon Bleu de Madrid.

Una joven apasionada por la gastronomía que compartió el arte de crear magia en los fogones durante más de medio año con sus alumnos en la EHT de La Paz en Bolivia.

Una chica con los mismos sueños y aspiraciones que tantas otras chicas de su edad a la que el destino llevaría a trabajar como stager en el restaurante de tres Estrellas de Quique Dacosta en Dénia…

Y donde, en pleno corazón de la cocina de vanguardia mediterránea, conoció a Borja, su pareja y compañero de aventuras gastronómicas desde entonces.

Esta tampoco es solo la historia de Clara Puig de la Bellacasa, sumiller y jefa de sala de Tula.

Ni la historia del destino haciendo de las suyas...

Guiando a esta pareja de chefs veinteañeros hacia una pintoresca población del Mediterráneo ¡a pesar de casi haberse comprometido a firmar el que iba a ser su primer restaurante de propiedad en Madrid!

Tenéis que ver este local en la playa del Arenal”, les comentó una amiga en Jávea, donde vivía la madre de Clara.

Y como, llevados por la curiosidad a este pequeño espacio, descubrieron que con una inversión infinitamente menor que en Madrid podrían abrir aquí el proyecto de su vida.

Aquí, en Jávea. Donde el tiempo parece haberse detenido. Donde la gente se conoce por su nombre propio y se saluda por la calle con verdadero cariño. Sean locales o expatriados.

Y de donde ambos tenían un profundo conocimiento de los proveedores de la zona gracias a su experiencia en el templo gastronómico de Quique Dacosta en Dénia.

Y no, esta no es solo la historia de como aquella noche en el coche, de regreso a Madrid, Borja y Clara crearon el menú para su nuevo proyecto gastronómico javiense con toda la ilusión del mundo, y dieron el primer paso de la que iba a ser ¡una aventura gastronómica fascinante!

“Es un Tetris, abuela. Si está abierta la puerta del lavavajillas no te puedes girar, si alguien está en la freidora no se puede abrir el horno, si alguien está en mi fuego no puedes abrir la cámara de abajo… Pero, es un rinconcito perfecto para nuestra nueva aventura y sé que lo conseguiremos con orden, disciplina, creatividad y ganas, como tú me decías siempre. Creo que estarías muy orgullosa, abuela.”

  y 

Esta también es la historia de la Familia Garreta

Una familia de pescadores locales que sale al mar desde hace generaciones para proveer a Jávea y otras poblaciones todo tipo de pescado y marisco fresco, tanto si sopla el viento de levante con toda su fuerza como si no.

Una familia dedicada a su oficio que cada noche, cuando el pescado sale del mar, llama a Borja personalmente para decidir juntos qué capturas llegarán a Tula al día siguiente.

Una familia de pescadores locales que va un paso más allá y sacrifica los peces siguiendo la técnica de desangrado japonés Ike Jime, confiriendo a la carne una tersura y un sabor únicos…

Sí, la historia de Tula también es la historia de los Garreta.

Esta también es la historia de decenas de proveedores locales y nacionales...

Quienes hacen posible que Tula ofrezca cada día los mejores productos de temporada a sus clientes.

Son ellos y ellas quienes, gracias a su dedicación y pasión por su oficio y por nuestra tierra, están siempre dispuestos a complacer la creatividad culinaria de los dos jóvenes chefs.

Proveedores como Maiques, banquero de profesión, que desde que se jubiló cultiva las semillas de su padre agricultor sin más pretensiones que las de pasarlo bien y disfrutar de las conexiones que establece en el camino.

O el gran maestro Higinio Gómez Ortiz, “el pollero de las estrellas Michelín”, dedicado durante décadas a la búsqueda constante de productos de caza frescos y de temporada, y galardonado con el Premio Academia Madrileña de Gastronomía por el «Mejor Puesto de Mercado».

Agricultores, cazadores, pescadores, criadores, artesanos de la elaboración de productos de primerísima calidad que se desviven día sí y día también para que Tula sorprenda a sus clientes con sus creaciones gastronómicas.

Ellos y ellas también son los protagonistas de esta historia.

Y la historia de los clientes que celebran la comida y el éxito de Tula...

Javienses encantadores que han adoptado a Borja y a Clara con todo el cariño del mundo, celebrando sus pequeñas y grandes hazañas gastronómicas como si fuesen las suyas propias…

Clientes fieles que frecuentan Tula desde su primer día y se han convertido en buenos amigos con el paso del tiempo.

Clientes emocionados por la juventud y profesionalidad del equipo de Tula, y quienes valoran infinitamente las proezas gastronómicas que salen de la pequeña cocina en Tula.

Amantes nacionales e internacionales de la gastronomía, la vela, la caza, la pesca y la buena vida que llaman a la puerta de la cocina para felicitar a Borja y Clara personalmente por la experiencia gastronómica que acaban de disfrutar.

Comerciantes, hombres y mujeres de negocios, foodies, abogados, médicos, expatriados, turistas, parejas, amigos en un espacio mediterráneo cálido y sin pretensiones donde comer bien y sentirse relajados en un ambiente agradable.

Esta es también su historia.

No, esta no es solo la historia de Tula

ESTA ES LA HISTORIA DE JÁVEA

Uno de aquellos pueblitos de la costa levantina donde el tiempo parece haberse detenido para siempre.

Una aldea mágica de pescadores que sigue manteniendo el hechizo de sus laberínticas calles empedradas que serpentean entre casitas blancas, plazas y rincones de belleza incomparable.

Un pueblo privilegiado ubicado en uno de los mejores microclimas del mundo y protegido por imponentes montes que se adentran abruptamente al mar.

Un pueblo abierto al turismo y respetuoso con los miles de visitantes que llegan cada año a admirar y disfrutar de sus pintorescos paisajes mediterráneos, sus preciosas playas y calas vírgenes abrazadas por abruptos acantilados.

Pero un pueblo tremendamente defensor de sus tradiciones. Tremendamente defensor de su gente, nacida y adoptada. Esta es una historia de arraigo en Jávea. Una historia de Amistad y de Familia. Porque JÁVEA es Comunidad. JÁVEA es Pertenecer. JÁVEA es Hogar.

Pero, TULA no es solo el nombre de nuestro restaurante...

TULA ES EL NOMBRE DE MI QUERIDA ABUELA...

¡Una mujer arrolladora! ¡Una mujer que a los 8 años ya era cocinera y daba de comer a 50 personas al día en su pueblo natal de Azuqueca de Henares!

La persona con quien pasé la mayor parte de mi infancia y de quien aprendí a cocinar platos de caza, de mar, de montaña. Cocina honesta. Sincera. Sin pretensiones. Cocina que sabe a casa. Cocina que me marcó una dirección gastronómica clara en todos mis proyectos posteriores.

Especialmente en este: en Tula. Sí, esta es la historia de todos quienes han hecho y hacen posible que Tula siga siendo reconocido como una pequeña joya gastronómica del Mediterráneo.

Así que, a todos y todas, ¡gracias por formar parte de esta historia!

TULA ES JÁVEA Y JÁVEA ES CASA.

¡VEN A VIVIRLA!